JULIAN ASSANGE: EL RETORNO A LA LIBERTAD DE UN MÁRTIR DE LA RESISTENCIA MEDIÁTICA

Composición digital: Asange, profeta
Julian Assange

Es imperativo aclarar los términos usados en el título del presente artículo antes de entrar en su corteza, sin detenernos más que en el significado tácito, sentido no circunscripto ni eufemístico, aportado al tema que nos ocupa, a saber, en el contexto geopolítico del choque entre potencias otrora unidas contra la avanzada nazi durante la Segunda Guerra Mundial (1936-1945), los Estados Unidos de Norteamérica y la Federación Rusa, lo que se ha definido como la continuación de la Guerra Fría a escala mediática, con las comunicaciones y la prensa como el cuarto de los ejes del poder. Para el gobierno americano, el ciudadano australiano Julian P. Assange (Townsville, 1971), al igual que el ciudadano norteamericano Edward Snowden (Elizabeth City, 1983), es un “traidor” del Establecimiento: para el gobierno, su rol como editor y periodista fue la máscara propia de los espías de la KGB, aportando información secreta de la CIA con el objetivo de, en esta oportunidad, sabotear la campaña presidencial de la senadora Hillary Clinton, en aras de que Trump promoviera los intereses compartidos en materia de comercio internacional, elecciones que, a la postre, marcarían el final de la Administración Obama (2009-2017). Para los rusos, para Putin y el Kremlin, siendo precisos, tales acusaciones fueron solo conjeturas, pues “las contiendas electorales de Estados Unidos no le competen a Rusia” (RT News).  Atrás quedaron los días de la Perestroika y la caída de la Unión Soviética con un nuevo orden mundial, no obstante, dicho orden se balancea entre dos ejes polares, ejes ideológica mas no operativamente antagónicos, Capitalismo y Comunismo.

 

Assange, a diferencia de Snowden, no desapareció borrando su rastro coadyuvado por una red de especialista informáticos construida de forma previa a su salida de la National Security Agency (NSA), hasta lograr la inmunidad política en otro país, sino que, por el contrario, en una maniobra temeraria en la que buscó estatus diplomático, Assange se aisló en una embajada y allí enfrentó su dura condición de refugiado político, en la Embajada de Ecuador de la ciudad de Londres; ocho años en los cuales fue siempre grabado por un sistema cerrado de televisión, en los que fueron controladas sus visitas y sus comunicaciones interceptadas.

 

Lenin Moreno, presidente del Ecuador entre 2017 y 2021, tras ocho años de otorgada la ciudadanía ecuatoriana por parte de la administración de Rafael Correa (2007-2017), la cual fue benigna con Assange y que, así, como México con López Obrador, ofreció asilo político, le fue retirada. Le quitaron su ciudadanía y su pasaporte y fue apresado de inmediato por las autoridades británicas para extraditarlo a una cárcel en los Estados Unidos, lo cual no se materializó, motivo por el cual Assange permaneció confinado en la prisión de Belmarsh en Londres. El pretexto dado por Lenin Moreno fue lo suficientemente vacuo como darle crédito: dijo ante el mundo que el refugiado político era una persona desaseada, que había, como acto de protesta, embadurnado con sus heces fecales las paredes del apartamento que ocupaba y que, en suma, su comportamiento era inadmisible y que, por lo tanto, lo entregaba a la justicia británica. Al día de hoy, su condición de ciudadano australiano lo devuelven a una normalidad, por lo demás, relativa y parcial, supeditado como está a sufrir la intervención pormenorizada en todos sus asuntos, no cabría esperar otra cosa después del asedio a su vida, sin derecho a alzar su voz de protesta contra las amenazas a la libertad y a la vida de tantas víctimas potenciales de la escalada imperialista de los Estados Unidos de Norteamérica.

 

Luego, ¿cuál es ese aspecto religioso que le da el rótulo de mártir a Julian Assange? Un hálito de santidad se desprende de su figura, de su jovial forma de hablar, de su expresión taciturna, de su cabellera cana y, en los últimos días de aislamiento, de su barba rala, en sí, de su aura de fiel persecutor de la verdad objetiva, lo hacen un candidato al Premio Nobel de Paz; toda vez que fue punta de lanza de una hazaña sin precedentes, Assange fue quien se midió a pulso y propició el enfrentamiento entre las fuerzas oclusivas del Estado Fuerte y el periodismo independiente; junto con Snowden, considero, fueron quienes develaron las atrocidades de un arma de construcción de democracias fallidas.

 

Mi intención al redactar este artículo somero es la de dar cuenta del impacto de la noticia acerca de la liberación de un reo de traición del Establecimiento, enemigo público por excelencia de la administración Trump, cuando en el gobierno Obama la reducción de la sedición contra los perseguidos políticos lo llevaron a creer, de manera ingenua, que sería indultado o, por lo menos, que sería menos truncada su libertad. Las acusaciones por abuso sexual por las que fue perseguido en Suecia fueron parte del complot que se urdió alrededor de Assange, además del vilipendio y la extenuación de su vigor como profesional y ser humano. Su castigo, merecido o no, consistió, no sólo en el aislamiento, sino también en las denominadas “chemical jackets” o camisas de fuerza químicas, la narcolepsia a la cual fue sometido y por la que ahora lo vemos convertido en una persona sumisa, condicionado como está, pagó una cuantiosa suma de dinero por su fianza, a no continuar filtrando información y alejarse de forma definitiva de los micrófonos. No obstante, WikiLeaks continúa como un sitio activo luego del juego de poderes que, por lo visto, por este hecho histórico, no ha dado un ganador absoluto. En sí, aquel aire desafiante se ha trocado en un aire soterrado que no tiene relación con la beatitud propia de la alta adultez, porque a sus 52 años se perciben las huellas indelebles de una terapia psiquiátrica de choque ante una mente “rebelde” cuando no “fanática de la ideología comunista”, tal como afirmaba H. Clinton respecto de Assange. Junto con Snowden, ambos, desde sus respectivas posiciones subversivas (en el sentido tácito del término, es decir, discursos variantes de la versión oficial), hincaron el diente en los puntos blandos de las agencias de inteligencia del Estado, no solo sonsacando con ello información confidencial, sino criticando sin remordimientos cierto carácter inicuo a escala operativa.

 

Lo dicho contrasta con la barbarie desencadenada en los países donde ha incursionado Estados Unidos, tales como Afganistán; contrasta tal supuesta impericia con la ola de violencia en la que sume al mundo islámico tras el 9/11.  Se desató el Infierno en la Tierra para unos y otros, pero la escalada del Terrorismo había alcanzado altitudes insospechadas con los ataques de IRA, ETA, en UK y el País Vasco, respectivamente, o los atentados de los cárteles del narcotráfico, las guerrillas y las Autodefensas en Colombia, el terror, en sí, ha sido el martillo y el yunque con el que se han forjado los Estados occidentales desde la caída de Unión Soviética y no hay manera de compensar este daño a la humanidad. No parece, pues, en retrospectiva, que tales agencias no hubiesen hecho su parte en el avance hegemónico de Estados Unidos; más bien, sus planes se han cumplido a satisfacción no obstante la debacle cultural y social, por no decir, económica, que en la actualidad atraviesa. Para muchos, se cumple la profecía de Karl Marx (1818-1883); es así como somos los testigos de la ruina anunciada del Capitalismo desde sus cimientos y el surgimiento de un nuevo régimen, un nuevo paradigma u orden mundial, cuando vemos la puesta en escena de la caída de Occidente como civilización y en la que el Estado se sublima de sus funciones de control. Para otros, significa la debacle, una inflexión en la historia de una nación por lo demás nueva, crisis que acaece por la simple circularidad de los fenómenos económicos. La verdad será, de nuevo, en retrospectiva, aquella que dará la razón a alguno, o, quizá, a ninguno de los bandos de una conflagración bélica que hoy se nutre de los mismos atavismos y sinsentidos del siglo pasado.

 

El final de la guerra entre los hombres no es una posibilidad, ni lo ha sido nunca, a ello nos debemos conformar, pues, en la lucha por los medios para la obtención de fines contrarios, la ley del más fuerte y no la Ley Moral kanteana es aquella que rige e impera en todos los niveles de la existencia humana. Resta no permitir, tal como Assange no lo permitió, aplastar lo que para el común de los individuos es el último reducto de la razón, de la sensatez y la cordura. Queda el bastión construido por los grandes pensadores, queda todavía la pregunta por la decadencia del ser en un mundo optimizado y especializado en y por la máquina, queda la cuestión de la condición humana en una era en la que la Ciencia se ha procurado una herramienta más veloz que la mente del encéfalo, queda la respuesta a la pregunta, ¿qué es la vida?, la cual sólo corresponde a la Metafísica responder como Madre de la Ciencias.

 

Ahora bien, respondiendo a la cuestión central del presente artículo, ¿qué implicaciones tiene la libertad de Assange para un país como Colombia, para los países de la región?, en otras palabras, ¿qué simboliza Assange como figura pública, ahora que recobra su libertad, para el latinoamericano de a pie? En primera instancia, el fundador de WikiLeaks ha declarado su responsabilidad: se le condenó, no por su trabajo como editor, publicista, sea lo que fuere lo que sus ocupaciones implicasen, sino por sustraer información exclusiva del Estado, pues no tenía jurisprudencia alguna desde su posición como periodista, como detractor de los métodos de gobernanza, administración y expansión hegemónica por medios antidemocráticos. En segundo lugar, su papel como víctima propiciatoria es clara, puesto que sabía que “su vida iba a convertirse en un infierno”, no obstante, y, en aras de la libertad y de la verdad, se inclinó porque el mundo conociese lo sucedido, los crímenes contra la Humanidad. Por otra parte, fue en su tiempo como asilado que construyó su familia, para, luego de retirada la ciudadanía, ser confinado, compartiendo espacios con temibles criminales, bajo estrictas condiciones de seguridad. Para los rusos, el pulso fue ganado, no obstante, por el periodista de WikiLeaks, pero, no contra el Estado llano, sino contra el Estado “profundo”, es decir, aquel que se mueve a niveles “sublunares”, lejos de la vista del ciudadano común. Luego, es Assange para el Kremlin un "símbolo del descubrimiento de los crímenes secretos del Estado profundo estadounidense" (Sergei Markov, 2024).

 

Para América Latina, la América del Tercer Mundo, que se encuentra al margen de lo que pase al respecto, para Colombia en específico, nación gregaria de la superpotencia norteamericana, la cual no ofreció asilo político a Assange, como sí lo hicieron México y Ecuador, según hemos visto, este hito divide al periodismo entre un sector fiel a sus principios de objetividad y veracidad y otro que sirve de emulsión a los planes subterráneos del Estado colombiano, el cual, hoy por hoy, afronta el recrudecimiento del Conflicto Interno. Sin embargo, para el cuerpo de la sociedad latinoamericana, las palabras de Assange son explícitas y calan la epidermis social: "Simplemente no soporto que me mientan"; respuesta que dio a los medios rusos cuando cuestionaron lo temerario de su acto de sabotaje contra el Estado norteamericano. Fue también una respuesta que manifiesta la decisión con la que desenvainó su espada (su lengua), con la cual devoró a muchos de sus contrincantes ideológicos.

 

Finalmente, se trata “de qué lado de la justicia se ubica uno respecto al caso de filtraciones de información secreta” (Embajador de Ecuador en Londres durante la estancia de Assange), pues desde la Filosofía de Hobbes encontramos que, ciertamente, no es necesario, incluso, no se debe permitir que los ciudadanos, con todo y su indiscutible soberanía, conozcan todos los movimientos ejecutados por los gobiernos de los Estados. Queda, empero, la cuestión radical acerca de si, por tratarse de actos de barbarie contra pueblos como Irak y Afganistán, fue necesario el acto de rebelión de Assange. Ahora que ha pagado su condena y que recobra su libertad bajo una fianza, estamos agradecidos aquellos que nos identificamos con su causa de que el gobierno de Estados Unidos haya respetado, a pesar del daño a su imagen ante el mundo, su preciada vida.

Juan Diego Quintero Sánchez

Tecnólogo en Realización de Audiovisuales y Multimedia de la Universidad Jorge Tadeo Lozano (2016), con amplia experiencia en la producción de música original y contenidos para proyectos personales, marcas y clientes finales. Emprendedor en Chrono-graphic, agencia de Medios, la cual pone al servicio de la comunidad los conocimientos y las destrezas adquiridas en estos campos. Al día, soy estudiante de Filosofía y Ciencias Humanas, con lo cual he añadido una nueva área enfocada en la investigación y la producción documental.

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