MUSIC MACHINE MAGAZINE

En sus primeras ediciones Music Machine Magazine (MMM) fue una revista impresa y distribuida de forma gratuita a nivel local especializada en artículos sobre la escena Rock y manifestaciones artísticas disruptivas. Creada y dirigida por Adolfo Lemos, baterista y comunicador de la Universidad Sergio Arboleda, el contexto artístico y cultural colombiano fue el marco teórico para la crítica artística como laboratorio de expresión escrita y gráfica estrechamente ligadas a la crítica social. Cada edición fue distribuida con su correspondiente publicación en el blog del sitio oficial de la revista para convertirse, al cabo de varias publicaciones más, en un medio de comunicación presentado en formato digital. Al día de hoy, año tras año, MMM ha ganado amplio reconocimiento local y nacional, pues su rango de interés se diversifica hacia otras expresiones musicales, además del Pop-rock y el folclor-fusión, convirtiéndose en una importante vitrina del universo artístico y cultural del país.

 

Fui invitado por el mismo director para escribir un artículo para su cuarta edición, encargo que acepté sin dudar, más porque se trataba de una de las agrupaciones determinantes en mi formación musical y, por supuesto, debido a su preeminencia en la historia del Thrash Metal mundial, Metallica, placa discográfica sobre la cual, ciertamente, tenía algo qué decir. La banda había lanzado al mercado su álbum Death Magnetic (2008) y fui responsable de escribir la reseña para le sección Metal Zone. Así fue como hice parte de los articulistas de algunas de las primeras ediciones físicas, publicaciones que extiendo al lector, por un lado, como evidencia de mi experiencia en redacción de artículos para prensa, por otro, más importante todavía, con el fin de mostrar mi estilo de redacción y escritura. Para este caso particular del movimiento de contracultura local dicho estilo fue, de cierto modo, pues se trata de un tipo de escritura insurgente en el sentido tácito del término, de un estilo “metalizado”. A continuación, comparto los artículos con su vínculo con la página donde reposan las ediciones digitales.

Código ISSN 2145-0958/Sección: Metal Zone.

METALLICA

Bajo la luz de Rick Rubin

Aquellos quienes crecimos escuchando las primeras obras discográficas de estos thrashers de San Francisco fuimos arrastrados por su irresistible fuerza y postrados ante su vitalidad expresiva.  A medida que cada placa discográfica irrumpía en nuestros parlantes se acercaban más a la perfección de un estilo con una fuerza sorprendente, concentrando pesadez y claridad, dinamismo y salvajismo, contundencia e inteligencia interpretativa, para resonar más allá de nuestros oídos e implantarse en nuestras psiquis como un ser de culto al qué rendir tributos y homenajes, cual Dios de antiguas liturgias paganas.

 

Pero llego un día cuando llevó su mirada hacia otro público, dócil y tibio, numeroso e indiferenciado.  Llegó el día cuando decidió luchar por no dejarse extinguir por una industria titánica que había transformado su modo de producción y consumo.  Así, aligeró su carga sonora para filtrarse sin la menor resistencia hacia el nuevo mercado, sobreabundante en ofertas y siempre atento a las necesidades de las masas explotadas.  Contradijeron sus preceptos ideológicos iniciales de insurrección contestataria, de reacción cultural contra el Establishment:

 

En sus inicios era un llamado a la sociedad oprimida por una esclavitud incorpórea a estallar en guerra civil por su liberación a través de una milicia de metal en el Kill´em all; fue el mesías visionario que nos habló sobre las marionetas del poder de Estado que somos en el Master of Puppets; llego a ser el martillo que blandía la cabeza de un monstruo al cual aniquilar, la guerra en ...And Justice for All.  Toda una escalada conceptual y musical a la que nos uníamos sin prejuicios, sin tregua. Caminábamos como sus seguidores junto a un ideal socio político a través de su música desbordante de contenido incendiario.

 

Hasta este punto de su historia discográfica había sido la congruencia de sus apetitos musicales la que elevó a la agrupación, no a los primeros puestos en las listas, sino a la plenitud y gloria de una entidad venida a penetrar nuestra conciencia, ya sedienta de un arte destructor de muros, de música reveladora de la realidad opresora.  Durante esta travesía estuvieron con ellos dos productores musicales, Paul Curcio para el Kill´em All y Fleming Rassmussan para el Master of Puppets y el …And Justice for All.   Ellos gravitaron junto a la banda e hicieron de ella una experiencia catatónica, envestida de misticismo, la hicieron coherente y sabia.

 

Para muchos es este punto hasta el cual Metallica existió. En adelante su exploración se vería alterada por este nuevo deseo de competir en una carrera comercial que desgasta los conceptos, pues los torna ligeros, ingrávidos.  Así fue como bajo la tutela de su nuevo productor, Bob Rock, crearon el “álbum negro”, una joya musical sin lugar a dudas, llegando al número uno en las listas, pero aun así marcando un futuro a través de cuatro discos en el que la banda abandonaría su posición de lucha hacia un estado de relajación espasmódica.   Allí Hetfield deja de hablar al colectivo para introspectar en la búsqueda de sanación como una terapia artística contra su descontrol psíquico. Allí, Lars arma su batería con los mínimos elementos percutivos para sonar básico; allí, Hammett explora solos con escalas y métricas livianas, hasta el punto culminante en el cual los viejos seguidores escuchamos aquella canción de carretera de estilo country en la que James canta solo con su guitarra acústica… ¡Aerosmith sonaron más pesado entonces!

 

La banda llegó a ser opacada por las nuevas fusiones del nuevo siglo y rezagada a la memoria como la pieza de toque del Trash Metal.  Su infierno interno había alejado a sus miembros, habían perdido su capacidad creadora, perdieron a su bajista, estaban en un limbo del cual no podían escapar así contrataran por $40.000 USD al mes a un terapeuta experto en trastornos psicológicos. Castraron su sabiduría, extirparon ese gen poderoso transmitido en sus primeras placas. En ese punto de su vida la banda no llamaría a su público a enfrentar, sino a escapar.

 

Es entonces cuando un personaje poderoso, genio de la creación musical, Rick Rubin.  A él debemos los mejores discos de las más afamadas bandas, él es como un rescatista de proyectos musicales que expiran tras ser sepultadas por el vasto mercado.  A él ahora recurre Metallica para renovar su apetito perdido. Un productor musical con la magia en sus manos para lanzar discos con alto impacto comercial y estético.  Una nueva oportunidad para que nuestra preciada banda de la infancia nos devuelva su poderío.  Death Magnetic es el nombre de esta producción en la que retorna la banda hacia su pasado fértil, cargado de la más dulce hiel para nosotros, su fiel séquito de adoradores.  Rubin demuestra que Metallica puede ser la misma potencia desarrollada en sus orígenes con la capacidad de ser el número uno de las listas, sin necesidad de retirarse de la pelea por el estandarte de su género junto a Slayer, Megadeath, Anthrax...     

Un nuevo futuro asoma delante, esperemos pues que, a su paso, no se aleje este lord de la producción y que nutra con su sangre como a las fauces de los antiguos Dioses la vida de Metallica.

INGRAND:  

La pugna interna por la elevación.

Un escenario teñido de sangre, una sala atravesada por el sonido de una agrupación curtida de cicatrices.  El cuchillo afilado por la fricción del tiempo, ahora materializado en su música maquinada en una fértil matriz tecnológica. Una puesta escénica sin distractores superfluos, un sonido limpio, equilibrado digitalmente en el voces y baterías. Cambios subliminales, armonías ametralladas, fraseos furiosos en voces y guitarras, así cae desde la altura al vació el peso artístico de un disco elaborado en el interior de una lucha librada durante los últimos años contra la desintegración. Frío y calculador, Ingrand entra a escena afirmándose a la tarima con un concepto de búsqueda y lucha interna.  Para ellos el horizonte subconsciente marca el camino del autoconocimiento. Te hallarás frente a un espejo en el centro de un laberinto para finalmente descifrarte o hundirte en las arenas movedizas de la inconsciencia.

 

Innerwar es el título del lanzamiento de la banda Bogotana, una trepidante y absorbente obra discográfica totalmente aterrizada a la actual era musical, con temas devastadores, fraseos inteligentes y baterías futuristas.   Pasaría casi una década para que su vendaval creativo arreciara desde lo alto y alimentara con nuevas aguas las corrientes musicales de una escena ávida de ellas. Material nuevo para abordar la actualidad de una banda esculpida a la luz de los festivales más importantes de la región – Rock al Parque, Altavoz,   definida dentro de los cánones del metal de vanguardia, mezcla viva de  Thrash,  Death, y  Hard Core, entre otros subgéneros, que amalgaman la innovación empírica y el rigor de la academia en una maquinaria musical pesada y contundente. El mismo título del álbum denota la profundidad en la que debieron sumergirse para  emerger luego con un estilo diferenciado, puesto a tiro para dar batalla en la dura escena del metal. Estos militantes de la pesadez y la técnica vienen ahora a practicar sus métodos con un público conocedor, crítico, apaleador de propuestas insustanciales. Para Ingrand, que han tenido la responsabilidad de abrir a bandas del calibre  de The Haunted, Fear Factory, Sepultura, entre otras gigantes, lanzar un quinto disco  significa dar un gran paso  hacia la cúspide de la industria musical extrema, significa tener el poder de contrastarse en sonido, interpretación y expresión escénica respecto a las  bandas de las que se nutren, significa superar el reducido marco de posibilidades comerciales a las que se enfrenta una banda para proyectarse por fuera del circuito de eventos tradicionales.  A ellos nos remitimos en estas páginas, para indagar a cerca de las fuerzas que moldearon Innerwar.  Ciertamente es un título que lleva la mente hacia un lugar en donde el ser pugna por afirmarse como individuo autónomo, dueño de su propia fuerza y voluntad de dominio. [Entrevista]

ANTÍPODA

La ilusión del Ser en la nada

Antípoda del sueño, pesadilla que se hace real al tratar de burlar la red que atrapa al alma desolada, absorta en la pérfida realidad de una nación desfigurada, constreñida, enmarañada. Resulta mejor hallarse lejos del cadáver palpitante de un país loado de miseria y muerte; resulta tanto mejor percibir de lejos que, todavía deshechos en tan cruenta afrenta, aún nos adherimos a ídolos que exigen de nosotros, individuos inasibles, pero sectarios, sangrientas tributaciones.

 

Partir y ver desde la otredad de la cultura escandinava, desde una óptica diametral a la nuestra, cómo la maldad orbita y sega, cómo chilla y baila ante aquellos que detentan control sobre las víctimas de la obtusa maquinaria bélica. Al ahondar por estrechas gateras, al incubar en húmedas cuevas su honda perfección, en los despeñaderos de una sociedad erigida entre mitos y dioses, entre truenos y serpientes siniestras, sale a la luz una real manifestación estética, una reacción contra la abominación del Yo.

 

MANIFIESTO

 

Canción que no se expone a ser opacada por el vaho aberrante de una atmósfera que hiede a la pesadumbre de un pueblo alimentado por sus dirigentes con sus propias heces. Canción que brilla al ser expuesta al sol boreal, bañada por gélidas aguas, blandida por el martillo de Thor; canción que despierta de la vigilia horripilante, interpretada desde la distancia por fuerzas expresivas que atraviesan sibilantes los riscos inalcanzables. Al extremo de esta tierra viciada en mundana hipocresía, se encuentra el espíritu de Antípoda, moviéndose alada por la piel del mundo. Su música navegó los mares del norte a cristalizar su sonido para ser tallada por el poder del trueno; la amputación de la técnica de Daniel Bergstrand modifica las armonías y las esculpe hasta alcanzar rasgos alucinatorios, da forma al músico que entra en su estudio, lo reinventa de manera exponencial hasta revelar en él la gema que subyace a su composición. Allá, donde las artes proyectan ese halo de racionalismo críptico, el metal de la banda se forja con mayor violencia estética.

 

Antípoda plasma música de inusitada proyección expresiva, manifiesto de un avanzar entre grietas que penetran su núcleo abstracto para establecer un nuevo esquema y erigirse en esa arma de revolución activa que se pretende a través del arte. De su música brota el sonido que rompe el silencio con el estrépito de una bandada de garzas, no agoniza entre el frío y las úlceras de una producción parida entre el heno de las cavernas, sino que migra transportada por vientos polares en donde brilla la técnica y donde se hace congruente a la morfología interna de su sonoridad plástica. Canciones que gravitan sin arbitrio el vasto ciberespacio, deformes mutaciones coherentes que atenúan el impacto de lejanas constelaciones sulfúreas. Por ello, precipitarse a largo vuelo e irse lejos, a las antípodas del horror a construir una placa discográfica que imprime su sello en una época de insania, es un verdadero episodio para el rock´n roll colombiano.

 

El ave agita sus alas al interior de las recámaras del espíritu, de las grietas llega a nosotros el vapor de la inspiración como un murmullo y un grito, como cadalso, como viento, como una alucinación, como una nueva muerte. Llega desafiante a alcanzar una altura coronada por cumbre delirantes antípoda y su Manifiesto, un álbum nacido del trueno.

2010, EL ÚLTIMO CULTO PÚBLICO

Artículo ensayístico

Edición No. 007. Enero 18 de 2011.

El paso del tiempo ha terminado por meteorizar esta década de la era cristiana. Ya los ángeles han derramado sus copas sobre las huestes del planeta, viejas visiones han cumplido su promesa y se cazan y exhiben los cuerpos victimizados de los perpetradores del mal en bizarros actos televisivos: en Oriente Medio, el ahorcamiento de Hussein, en los medios nacionales, alias Reyes, bombardeado en su guarida, Escobar, baleado en vivo y en directo en un barrio marginal de Medellín. Los medios de comunicación son claramente una de las cabezas del dragón descrito en los pasajes bíblicos. Llega la hora de la implantación del cuarto poder como eje del constructo social. La vieja barca sigue atrapada en corrientes erráticas.

 

Las autoridades se abalanzan desmadradas sobre los cuerpos de los diezmados hasta reventarlos con resuelta sevicia. La nueva década se inscribe de cara a la actualidad como el efecto acumulado de dos milenios de indómita insania. Después de largo trayecto, al fin la ciencia alcanza el control sobre los elementos. Al cabo de la travesía homínida, el hombre aprende a burlarse de la muerte. Esta última década está marcada por la necesidad de llenar el vacío en la mente del consumidor. Los medios de comunicación succionan como una colosal hipofaringe mediática la savia intelectual, atrayéndolo hacia una final y concluyente coerción de los impulsos vitales, como insecto alterando el orden de sus emociones, obliterando su razón. Al final, “todo culto público cesará”1, el ególatra de nuestra época, agobiado por la necesidad de llevar a cuestas el peso de la doctrina bulímica, de inanición sucumbe. La racionalidad tecnológica implantada en su psique no le hace escapar de su tiranía telemática que le oprime, de las calumnias televisivas y de los contenidos diseñados por el mecanismo de adoctrinamiento de masas. Cerebros dóciles adheridos al sistema de instauración del nuevo orden mundial, procesados, entretenidos, aislados en sus pequeños cubículos frente a la gran red de redes. Encéfalos diseccionados a nivel subconsciente, eugenesia y paroxismo, lógica y desencanto en la concepción de la obra de arte en concreto.

 

La veneración a los dioses públicos terminará así en el recuerdo. Los espectáculos hoy transmitidos a través de la inmensa plataforma de comunicaciones, serán reemplazados por la crudeza de una realidad quimérica. Y sólo prevalecerán los cultos mistéricos, seculares e imperceptibles. Prevalecerá el arte transgénico procedente de la desesperación de las técnicas disueltas del posmodernismo. Entre la neblina de los siglos se pierde lo que fue el arte de la expresión, presa de una vulgar convulsión antropocéntrica. Es el olor de los pigmentos y el mármol desplazado por el formol concentrado en los museos de arte contemporáneo, lugares donde se instauran los ideales de la degeneración, sitio en donde la excéntrica ruptura con los cánones del pasado consiste en la adaptación incestuosa de totalidades ajenas, haciendo congruentes sus morfologías intrínsecas en la contemplación de una cruel subyugación. Prueba de ello es la transmutación de los calores estéticos del estudio al laboratorio. Centrifugada en tubos de ensayo, puesta bajo la luz enrarecida de una máquina que imita a un dios, la nueva obra de arte habrá de cobrar vida más allá del placer de la abstracción, habrá de mostrar la virulencia de una década que la convierte en una entidad separada del antiguo resplandor que la hacía extraterrenal.

1. Jane Jensen, en EL despertar del milenio (Edit. Umbriel), extrae esta frase de Joao de Vatiguerro, teólogo del siglo XIII d.C.

Juan Diego Quintero Sánchez

Tecnólogo en Realización de Audiovisuales y Multimedia de la Universidad Jorge Tadeo Lozano (2016), con amplia experiencia en la producción de música original y contenidos para proyectos personales, marcas y clientes finales. Emprendedor en Chrono-graphic, agencia de Medios, la cual pone al servicio de la comunidad los conocimientos y las destrezas adquiridas en estos campos. Al día, soy estudiante de Filosofía y Ciencias Humanas, con lo cual he añadido una nueva área enfocada en la investigación y la producción documental.

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