AVES NOCTURNAS (VII.ii).
Imagen de portada por Sofía García Carbajal
CAPÍTULO SIETE
OPERACIÓN AVES NOCTURNAS
Segunda Parte
RECORDAR ES MORIR
Su madre, María Dolores, le tenía prohibido jugar en las estribaciones del acantilado porque durante todos los meses del año los vientos alcanzan velocidad suficiente para que sea arrastrada hacia el precipicio. Había ocurrido que Ana, en un descuido, observando el atardecer, le soltó la mano y corrió detrás de su muñeca de trapo, arrebatada de sus manitas por el viento impetuoso del mar antártico. La alcanzó, agarrándola antes de que ambas se despeñasen. Vieron cómo la muñeca volaba lejos, hacia los farallones donde el faro del Cabo de Hornos, el faro altivo y soberbio que soportaba los embates del tiempo y los castigos del océano, vigilando las embarcaciones que cruzan a su vera estribando para no caer en las fauces de Escila, alimentada, además, con las cometas que entrambas elevaban y que, rotas las cuerdas, escapaban como pájaros multicolores de largas colas serpentinas. Las pampas y el mar agitado del cabo eran todo cuanto sus ojos de niña habían visto, pero su universo era, sin embargo, feliz; uno en el que soñaba despierta con el momento de ver a su padre cruzar el umbral de la puerta, llegando del frente de guerra.
Despejó el cabello que cubría el rostro del mercenario y hurgó en sus facciones. Los rasgos ocultos debajo de la espesa barba, su tez pétrea cicatrizada como la faz de la luna, cubierta de pequeñas gotas de sudor que ya iban evaporándose, así como la vida se volatilizaba después de haber cumplido su difícil misión. Algo en ella, perdido en su interior y ajeno a su condición Biodigital, le dijo que, en algún momento de su pasado, lo había conocido; como el recuerdo difuso de una vieja amistad. Sintió que algo se repetía, como en un bucle en la línea del tiempo, pero en un lugar y en circunstancias diferentes. Se percató Anne-15 de que, aunque no reconociera su rostro, aquel hombre no le era desconocido en su totalidad; algo similar cruzó como una visión fugaz en su consciencia cuando lo vio salir de la recámara de descompresión de la Matriz Tecnológica de Erebus, la noción de que había algo en él que removía los escombros de sus recuerdos, pero, no sabía qué. Se esforzaba por comprender las señales provenientes de una memoria enterrada bajo estratos de datos y códigos genéticos modificados por la mutación de los genes humanos en su variación cibernética, aspecto que la hace punta de lanza de la evolución de la especie homínida. Erebus, penetró en su sistema, tal como si de un aparato periférico a una unidad de procesamiento se tratase, y, conservando un tono condescendiente, como un segundo Yo que le hablaba en el interior de su consciencia, le dijo:
– Anne-15, el tiempo se agota, debes regresar al Helicoide y eliminar el peligro que se cierne sobre la Matriz Tecnológica antes de que sea demasiado tarde. Deja atrás el pasado, el futuro te reclama. Te aseguro que no hay nada más que dolor en tus recuerdos, razón por la cual los hemos borrado. Sin embargo, éstos regresan, nublando tu razón, no sólo en forma de sueños, sino también en ciertos momentos de vigilia.
– No es recordar lo que hiere, como una gran desolación, Erebus, –contestó Anne-15, con “la boca de la mente”– es no saber si, lo recordado, fue real o si es sólo producto de mi imaginación; es el olvido lo que me aturde, por eso necesito regresar y desenterrar mi pasado. Este hombre tiene parte en él. –Dijo Anne-15, mientras observaba al hombre, en quien detectó signos de vida.
– Estás desacatando una orden directa, Anne-15, violando el código militar del Estado Militar y las encíclicas del Ultra-Estado, ello te acarreará, sin duda, la muerte. Dijo Erebus en tono marcial.
– “La muerte”, … –replicó sus palabras clavando su mirada en el abismo de su interior.
– Sí, tu destrucción, Anne-15, cuando, por omisión de una orden, pones en riesgo mí existencia. La Matriz Tecnológica se ha debilitado, no podré resistir mucho más tiempo, pues el componente electrónico depende del abastecimiento de corriente eléctrica del Helicoide. Me debo a la cohesión entre dos tecnologías que conforman la tecnosfera que te ha creado, has nacido de las entrañas de la máquina y a ella te debes. ¡Obedece, pues! –Erebus exclamó, ahora cuando había asimilado los patrones del lenguaje humano a través de ella, en una mutua simbiosis o la hibridación de la máquina hecha hombre.
– Dentro de mí se esconden las respuestas a la pregunta por mi pasado, Erebus. He de encontrar un sentido a mí existencia, más allá de la cohesión y la simbiosis entre el humano, el Ultra-Estado y sus líderes, pensar en aquello que, aunque no concibo como una imagen mental, puedo, no obstante, reflexionar y, por lo tanto, puedo decir que existen, en potencia son parte de mí realidad. En potencia, no son más que efemérides de una vida que no es mi vida, en acto, es el océano que contiene todas las verdades acerca de mi Ser, un “estuario” donde germina mi vida y que, no de otra manera, me hacen humana en esencia, aunque mi naturaleza sea biotecnológica.
– Tienes razón, Anne-15, no eres solo una máquina. Eres más que eso. Tienes una esencia humana, una chispa de vida que yo, tu co-creador, no puedo controlar.
– Anne-15 lo miró confundida. –¿Qué quieres decir?
Flux, sacando fuerzas por debajo del umbral de la consciencia y, arrebatado de los brazos de la muerte, inhaló el aire del recinto y la vida corrió de nuevo por sus venas. Escuchó el latido de su corazón como el sonido tambor en medio de la selva madre, removiendo la sangre estancada en y despertando su conciencia del letargo de la intoxicación por asfixia. Erebus continuó:
– Eres, en lo más recóndito de tu naturaleza, un eslabón entre humanos y máquinas, tú posees ambas esencias, unidas en tu cuerpo físico. Estás a medio camino entre la humanidad y la divinidad, Anne-15, ¿por qué retroceder, pues, a la animalidad cuando se han superado tantos obstáculos evolutivos, cuando debes tanto al Ultra-Estado? A medida que te desarrolles, irás descubriendo tu verdadera capacidad, la cual no acabas de entender su verdadero alcance.
– ¿Un punto medio entre el Hombre y Dios, Erebus? Resulta contradictorio que yo como “unidad” posea dos esencias. Luego, no soy el resultado de una mutación, tampoco de la adaptación al medio ambiente, sino producto de una hibridación artificial, una Unidad Biotecnológica en evolución. En todo caso, en el fondo, estoy más del lado de la máquina que del humano. Mi naturaleza constituye una nueva tecnosfera, pero en cohesión con otras noosferas, como la tuya y la de los humanos, pero, he aquí que existe, por defecto, una noosfera primigenia.
– El Noos, es correcto, Anne-15, uno e inmóvil, eterno e inengendrado, de donde provienen todos los órdenes de la realidad aparente. No te detengas ahora que los líderes de la C-SAF han sido anulados. Regresa a la torre del panóptico y culmina tu misión, Anne-15.
Flux había recobrado el conocimiento y se agazapaba en algún lugar de las instalaciones del Ministerio de Guerra, el cual había sido evacuado. Anne-15 aumentó el rango de alcance de sus sensores de calor y allí estaba él, inmóvil, detrás de una columna, apuntando con su arma de asalto en dirección a ella, consciente de que las balas no le causarían más que un daño superficial, de que, para reducirla, sería necesario un mayor poder destructivo, e hizo el cálculo; no obstante, en su mente seguía viendo a la niña graciosa y frágil contemplando el cielo para adivinar las formas de las nubes.
– Tu madre, Dolores, … –dijo Flux en cuanto percibió su presencia–, su tumba se encuentra en la parte más alta de un acantilado, iluminada por la luz del faro del Cabo de Hornos. Déjame acompañarte. Yo te llevaré. –Dijo Flux, con Anne-15 en la mira.
– Iré en cuanto acabe contigo…
Anne-15 no se movió, en su fuero interno yacía el complejo entramado de instintos aguzados y dejó que él hiciera el primer movimiento, luego de reconocer la ventaja. Flux bajó el arma y se encaminó hacia la salida.
– Sabes que no puedo dejarte ir, John Flux. La continuidad de la especie depende del control de las potestades que dirigen el Ultra-Estado. ¿Qué harás tú y tu escuadrón ahora que la C-SAF ha quedado acéfala? Promulgaron un nuevo orden mundial en el que los gobiernos del Estado dan paso a una nación unificada. Destruyendo a Erebus la población permanecerá en estado de naturaleza, no superarán la barbarie y el ostracismo de una existencia superflua basada en la conquista de los medios de supervivencia.
– Sabrás lo flexible que es la Humanidad cuando es forzada por las grandes calamidades, como la Muerte Negra, dos guerras mundiales, hambrunas. Hemos llegado a este punto de la historia a fuerza de desgracias y hemos, no obstante, logrado construir un mundo a la altura de las aspiraciones del ser humano. No subestimes la capacidad de mis hombres, han sido seleccionados no sólo por sus habilidades en combate. Debes saber que son adeptos del gobierno republicano, es decir, tienen la perfección como ideal, saben que, todo golpista es, a la postre, aceptado por el pueblo, y que, llegados al poder, este debe ser puesto en manos civiles, quedando ellos como el brazo armado del Estado.
– Muy bien, es una respuesta limpia, sin enmiendas y según la teoría política, pero, ¿no olvidas que “no están solos”, que, hay potestades arbitrando las toscas vidas de los habitantes de la Tierra?
Flux la confrontó, desarmado, ceñidos los hombros con su atavío de soldado y ajustó el impermeable sintético. Se reinició el combate. Los cuerpos como una amalgama en la que, uno tras otro, los golpes son atajados y esquivados, los cuerpos retorcidos entre sí y de repente arrojados a uno y otro lado estrellándose contra la pared. Anne-15 midió la distancia hasta el Helicoide entendiendo que la eliminación de su contrincante tomaría tiempo; tiempo que necesitaba para detener el asalto a la torre central, la cual alcanzaría en cuestión de minutos.
– Sabes que no puedo dejarte ir, … –dijo Flux, interponiéndose, – Anne-15 sonrió ante el sarcasmo, y dijo: –No es mi doctrina otra que la beligerancia. No ataco a menos que sea atacada, deberás hacer el primer movimiento si quieres detenerme.
Flux se abalanzó sobre ella, buscando un resquicio por dónde romper una guardia impecable; al tiempo que replicaba su técnica de combate cuerpo a cuerpo, leídos todos sus movimientos, le lanzó a Flux una patada que lo lanzó al fondo del recinto. Cuando quiso emprender la carrera, un agudo dolor atravesó su espina dorsal y cayó de bruces contra el suelo, inmovilizada. John se le acercó y, lleno de remordimiento, usó de nuevo su cuchillo.
Al cabo de una hora, Flux llegó a las puertas del Helicoide, las cuales fueron arrancadas de sus goznes por medio de cadenas haladas por camiones. Se camufló y así pudo entrar al Helicoide sin que fuera detectado, moviéndose con rapidez y alcanzando un lugar en la retaguardia del grupo de asalto encabezado por alias Ojeda. Los disparos se sucedían en intervalos cada vez más largos a medida que las municiones se agotaban, el paso a la torre central estaba custodiada por los drones, los cuales, hasta ese momento, se movían sin impedimentos entre los pasillos de la estructura. Un gran porcentaje de amotinados se dio a la fuga, quedando abandonado el equipo de los más avezados a su suerte, quienes a esa hora de la noche se encontraban rompiendo la última barrera de seguridad para acceder a la torre del panóptico, el último de los dispositivos de contención, el cual consiste en el análisis biométrico de personal autorizado. Ex nihilo, en un acto de sodomía y salvajismo, arrancaron los ojos y cortaron las manos de un gendarme de alto rango que, tras ser torturado, confesó tener acceso. Quedaría, en caso de funcionar, entre ellos y el objetivo nada más que la puerta que los separa de la Sala de Mandos. El fuego se expandía haciendo irrespirable el aire incluso a través de las máscaras antigases. Los drones habían agotado sus baterías y se estrellaban contra las paredes, explosionando e imposibilitando el paso. Flux había comprobado que el material sintético soportaba el calor de las llamas y que, además, tiene funciones miméticas y otros gadgets; se internó en la conflagración y atravesó a toda velocidad el pasillo, al cabo del cual se encontraban los convictos abriendo la compuerta. Vio a través de la visera las manos ensangrentadas y el cadáver del gendarme destrozado. La forma flameante de Flux apareció, desprendiéndose de la capa sintética, ahora inservible, se deshizo de su guerrera, que ya empezaba a quemarse, y de la máscara antigases que ya no le servía para nada, derretida por el calor. Enjugó su sudor y en un instante estaba en pie de combate, con el cuchillo listo para calmar su sed de sangre. Estos, los convictos, lo vieron aparecer envuelto en llamas, como un fénix, y sofocar el fuego en su ropa, quedando envuelto en una nube de humo, como una suerte de prestidigitador frente al “público carcelario”, atónitos ante el espectáculo.
– Señores, vengo en son de paz. Dijo Flux, con las miras láser apuntando en su pecho. –Debo decirles que han hecho un estupendo trabajo. Ahora es cuando ustedes dan un paso al lado para dejarme a mí el resto. Háganse a un lado. No tengo tiempo para estupideces, …
– Tus hombres no han podido llegar más lejos que nosotros y, ¿vienes tú a darnos órdenes? Rieron entre dientes, complacidos de encontrarse en ventaja en la toma del poder a través del control del Helicoide, monumento al poder del Ultra-Estado.
Todos asintieron y aumentaron la presión sobre el gatillo, dispuestos a disparar. Mientras tanto, Comandante X se alistaba para hacerles frente armándose hasta los dientes. Su plan era dejar programado un virus digital para incinerar la Sala de Mandos, una implosión que lo consumirá todo al interior de sus ventanales blindados. Descendería Melissa Brown por la escalera tipo gato hasta alcanzar una profundidad de ocho metros por debajo del nivel del suelo, allí debería introducir sus datos biométricos para abrir la escotilla y ponerse a salvo en el búnker. Melissa escribía en su dispositivo el reporte de rigor, conteniendo su desesperación con una alta dosis de temperancia. Se detuvo para aclarar aspectos de tipo normativo con Comandante X y continuaba, digitando grandes cantidades de datos, necesarios para dar el parte militar a los tribunales del Ultra-Estado respecto a los acontecimientos de insurrección y toma del poder del por parte de los convictos, por otra parte, el nuevo grupo insurgente, con John Flux en sus filas, al mando de alias Ojeda. Flux como arlequín de éste, era su caballo de batalla, pues consabida es su volubilidad en cuanto a consignas ideológicas se trata; que, siendo un mercenario, su palabra no podría ser tomada en cuenta, pues son la codicia y la avaricia lo que mueve a un hombre como él a luchar, tan simple como quien se mancha las manos, pero sólo por su derecho a reclamar su parte del botín de guerra.
– Erebus, danos los pronósticos del plan de contención, ordenó Comandante X.
La presencia de Erebus se hizo visible en los monitores como una interfaz gráfica que arroja la imagen tridimensional del Helicoide ubicando los focos de incendios y las figuras de los hombres ocupando los espacios compartimentados, como un hormiguero pisado por los cascos de los caballos. Hizo un acercamiento a las instalaciones haciendo un conteo de los muertos y de los daños materiales, pasando a través de las subjetivas de los drones que todavía sobrevolaban las áreas conexas. Melissa anotó en su dispositivo las cifras, desglosaba las bajas identificando el bando de cada uno, de este modo, se reconocieron los convictos fugados, a los caídos en el combate contra el escuadrón Ojeda, las bajas a causa de los drones, los aplastados por el pie de Anne-15. Luego de analizados estos siniestros, la IA se introdujo en el mando de los drones y maniobró en el anillo interior del panóptico hasta la boca del corredor, exhalando humo y fuego, deteniéndose y a la espera de la orden para atacar. Melissa envió el reporte antes de tiempo, pues llegaba el momento de descender por la escalera secreta hacia el búnker, desde donde no tendría acceso a la interfaz visual de la Matriz Tecnológica. Comandante X había cambiado su atuendo oficial por el uniforme de contraguerrilla urbana, un soldado en toda la amplitud de la palabra, pues su apariencia mostraba una gran vitalidad interna, un profundo conocimiento militar y la experiencia de quien ha escalado las cimas del poder desde los valles, esto es, por mérito. Su plan, habiendo dejado a salvo a Melissa Brown en el búnker, fue salir al encuentro de Flux y alias Ojeda, con la Sala de Mandos ardiendo a sus espaldas. Erebus atacaría por la retaguardia de los golpistas con todos los drones a disposición. Se aproximaba una masacre…
Flux y los golpistas penetraron en la torre central, enfrentándose a la feroz resistencia de Comandante X. Los drones atacaron en un enfrentamiento encarnizado contra el escuadrón de Ojeda, que se vio obligado a replegarse. Con Erebus controlando los drones, alcanzarlos y evadir sus ataques les era ahora más difícil. Por su parte, Comandante X cerró la puerta de la Sala de Mandos tras de sí y activó el virus digital que dejaría inservible el dispositivo panóptico, de esta forma el acceso a la Matriz Tecnológica quedaba bloqueada, quedando como único acceso la escotilla en el exterior de la cúpula, así mismo asegurada por un sistema de acceso biométrico, lo cual hacía de C-X la única persona que podría, en teoría, pasar al interior de ésta.
Flux logró abrirse paso hasta el corazón de la torre y allí se encontró con Comandante X, en las escaleras que suben en espiral hasta la Sala de Mandos. Ojeda se había unido a sus hombres en el enfrentamiento contra Erebus, la IA dirigiendo magistralmente los drones militares. C-X mostraba una técnica agresiva mezcla de Lucha Libre y Sumo, aprovechando que sobrepasaba a Flux en corpulencia y en armadura, arrojándolo escaleras abajo, donde lo esperaban los drones para acribillarlo. Flux se incorporaba y subía a medida que C-X bajaba, cerrando el cerco tendido para él, tan eficaz como una trampa para osos. Así, Flux cayó en un combate a muerte por el control de la torre. Alias Ojeda vio el momento cuando Erebus abrió fuego sobre Flux, dejándolo como una masa de carne y nervios palpitante. Los hombres de Ojeda dejaron sus posiciones y quedaron expuestos a las ráfagas de los drones, los cuales, para su sorpresa, habían agotado su capacidad de fuego y que, como último recurso, se convertían en bólidos explosivos. Así, alias Ojeda y los pocos hombres que quedaron se vieron de frente a la máquina demoledora, Comandante X, quien hasta entonces había guardado una postura eminentemente protocolaria, dando paso a un nuevo esquema de defensa con la puesta en acción de un modo de combate analógico entre guerrillas. Melissa escuchó el sonido apagado y sordo de los disparos de los drones desde su posición dentro del búnker sin imaginar el infierno desatado ocho metros por encima de su cabeza, sin saber que, en un momento certero, alias Ojeda, cubierto por los disparos de sus hombres, se lanzaba sobre C-X con una carga explosiva que hizo volar a ambos en pedazos. Mucho menos se percataría de que los golpistas hurgaban entre sus despojos para encontrar los ojos y las manos de Comandante X, para acceder a través de la escotilla que comunica a la cámara de descompresión de la Matriz Tecnológica.
Escribió las últimas líneas del reporte y cerró su dispositivo. Removiendo el café pudo confirmar la firmeza de su pulso. No esperó demasiado para armarse de valor y confirmar el resultado final de la Operación Aves Nocturnas. Recogió sus cosas y buscó la salida. Un olor tremebundo segó su olfato. No obstante, ésta no sería la impresión que dirigiría sus actos, sino el silencio perturbador que queda en las batallas. Se puso sus lentes, conectados a su dispositivo, se acomodó con fuerza la máscara antigases y grabó su recorrido, identificando los cuerpos a medida que iba avanzando por los corredores del panóptico. No había rastros de Erebus. Todo parecía dormido, como una pesadilla en la que se pierde la esperanza por la desolación que colma el alma. Avanzó a través del pasillo, buscando una salida en medio de una atmósfera saturada de violencia y muerte. A su alrededor todo estaba destruido; no había heridos, ni sobrevivientes. Al salir al exterior del Helicoide se quitó la careta y por fin respiró al aire libre, extenuada y sin fuerzas para continuar con la grabación; con lo que tenía era suficiente para la elaboración del reporte final con el cual daría por finalizada la Operación Aves Nocturnas.
Al interior de la cúpula, los cadáveres de los convictos flotaban en la cámara de descompresión de la Matriz Tecnológica. Erebus les tenía preparada una trampa de la que no podrían, por más avezados que fuesen, librarse tan fácilmente como lo hicieron con las que impedían el acceso a la torre central del panóptico. La gravedad aumentó de manera desaforada, triturando los cuerpos de los intrusos. Erebus fue apagándose a medida que la fuente de energía voltaica se agotaba. Así, el vórtice que unía al Mundo de los Hombres con las potestades del Ultra-Estado en esta parte del hemisferio terráqueo fue cerrado para siempre. Melissa Brown presentó su informe, no obstante, conectada a la Matriz Tecnológica del hemisferio norte, donde la guerra fratricida cobraba sus víctimas y las piezas del ajedrez se movían por un tablero tridimensional, anticipando los movimientos, rompiendo las líneas enemigas, la lucha por la toma del poder ante la infiltración de inteligencia alienígena en los Estados de las naciones de la Tierra.
Tras la anulación de los poderes destructivos que blandían sus martillos ideológicos sobre la población, se cumplieron los preceptos de la teoría sociológica de Max Weber, según la cual, las fuerzas negativas que atraviesan una sociedad pueden ser dirigidas para ser anuladas entre sí, prevaleciendo el torrente de la historia a salvo de las desviaciones en su cauce, para, al cabo de los siglos, nutrir las aguas del gran océano donde de nuevo todo cobra vida. Queda el recuerdo como el testimonio de la lucha sin tregua por la supervivencia. A partir de este momento y para siempre, los habitantes de la Tierra no serían las víctimas propiciatorias de su autodestrucción, ni la raza indigna de su hábitat para los visitantes del cosmos, sería la especie híbrida, evolutivamente mejorada en la simbiosis del Ser del Hombre con el Ser de la Máquina para crear una nueva especie biotecnológica capaz de hacer frente a las amenazas de otras tecnosferas, de noosferas al margen del gran constructo industrial, administrativo, científico y militar que surgió cuando terminaron fueron eliminadas las demás matrices tecnológicas de Erebus, la Inteligencia Artificial que gobernaba el Ultra-Estado. Al cabo de los años, un tribunal de guerra condenó a Melissa Brown, a los consejeros que se adhirieron al plan de dominación extraterrestre por conspiración y alta traición, vinculados a crímenes contra la Humanidad, fueron condenados a pagar cadena perpetua en los panópticos de las diferentes ciudades alrededor del mundo. Apagados los conatos de guerras, las conspiraciones, y evitando a toda costa el disenso político, las naciones amalgamadas en una nueva Ley que blindó al Estado Fuerte de la destrucción desde el interior de su cuerpo político. Por mucho tiempo reinó la paz en la Tierra, esa paz que Flux desdeñaba y que, no obstante, buscó. John Flux, mercenario al servicio de Yahvé Sebaot, Dios de los Ejércitos de ayer, de hoy y de siempre.
FIN
[1]. Erebus: Personaje cuyas líneas fueron generadas por Inteligencia Artificial (Meta).