Imagen de portada por Sofía García Carbajal

CAPÍTULO seis

máscara de locura

Sobrevolando el área alrededor del presidio, decenas de drones militares aparecieron en el espacio aéreo como una plaga de luciérnagas eléctricas, programados para escanear el terreno en busca de amenazas reales y potenciales, amenazas que, por supuesto, debían ser “anuladas”. Los artefactos aéreos creaban una suerte de danza con el movimiento de los reflectores, automatizados para no repetir un mismo patrón, que, junto con el titilar de las balizas, creaban una atmósfera semejante a un concierto de Pop, esto acentuado por el diseño futurista del Helicoide albergando en su seno la estructura panóptica.

Agotado el recurso humano, y, librado del influjo de Erebus, Comandante X se vio obligado a abandonar la Sala de Juntas y tomar el control manual del penal poniéndose al frente de las consolas ubicadas en lo alto de la torre cilíndrica, con una vista panorámica de la colmena de celdas de la periferia. El espacio circular de la Sala de Mandos estaba limitado por ventanas polarizadas, usadas a modo de pantallas, vomitando imágenes a medida que los sensores de movimiento y calor detectan las señales, registran y transmiten información visual y auditiva de todo cuanto ocurre, sucede y acontece en un área de un kilómetro fuera de los muros. Melissa Brown había tardado en recomponerse del vahído. Entró a la Sala de Mandos y se enfrentó con el muro de luz de las pantallas arrojando escenas diferentes. Verificó que los drones captaban en tiempo real a una jauría de perros domésticos devuelto al estado salvaje en un ecosistema urbano del cual es el principal depredador en una escala trófica sustentada por toneladas de materia orgánica depositada en el vasto sistema de alcantarillado. Cambió el modo de visión normal al espectro infrarrojo y aparecieron esos ojos rutilantes, como los de las hienas en las noches lejanas del Serengueti, llenos de una mezcla de miedo y de rabia. Se detuvo en un recuadro en el que aparecía una anciana que se defendía sosteniendo un cuchillo; se había quitado el abrigo para enrollarlo en el otro brazo para usarlo como defensa ante el ataque de una mujer habitante de calle que blandía sin piedad su arma. Se quedó viendo que la anciana, a pesar de su valentía, no pudo evitar que la punta de ésta la alcanzase, e, indefensa y sin fuerzas para continuar, se sentó en la acera, mientras aquella la azuzaba para que continuase. Vio en otro recuadro a unos huérfanos salir de las alcantarillas y arrastrarse bajo los vehículos destrozados ser hostigados por las patrullas de gendarmes levantarse con las manos en alto y ser acribillados en el acto, esto, en cumplimiento de los procedimientos establecidos para el “Toque de Queda” y el “Estado de Conmoción Interior”, legalmente instituidos desde el Gobierno del Estado Fuerte.

“Disparar y luego preguntar”—, exclamó Melissa Brown, después de recobrar el aliento. 

¿Cómo dices? —, regateó Comandante X, para quien las situaciones tensas eran el pan de cada día. —¡Ah!, sí… Es una locura, una medida escalofriante, sin duda, pero necesaria. Ya ves que estamos por nuestra cuenta, señorita Brown, y las patrullas nos dan un margen de maniobra al ocuparnos sólo de lo que ocurra puertas adentro del Helicoide.

¡Qué absurdo que unos niños puedan representar una amenaza para ti, hombre de bien! protestó Melissa, contrita de espíritu. Bajó la mirada para posarla en él como retaliación, indignada, como cualquiera con un atisbo de sentido común podría estarlo, ante tal acto de barbarie. Decidió callar, sin embargo, y fue a sentarse delante de C-X, a la espera de que hubiese reforzado el circuito de seguridad, según el plan trazado por Erebus. 

Pasaron largas horas desde el momento del asalto, cuando Anne-5 y Flux, cada uno por su lado y sin premeditación, dejaron sembrados los pasillos del presidio con cadáveres de hombres y perros. El hedor de la descomposición se esparció por todo el edificio, el encierro de los convictos se haría así intolerable.  Ambos fenómenos, el olor a putrefacción y el estrépito, eran tan intensos, que atravesaban las paredes de la Sala de Mando. Las cámaras de las celdas conformaban una sola pieza junto con la bombilla LED.  Comandante X observaba en esta vista de planta a los convictos retorcerse en los camastros empotrados al suelo de concreto, a otros, pasearse, como lobos enjaulados, vociferando y haciendo señas con los brazos; a otros, buscando cualquier manera de acabar con de una vez con el suplicio ahorcándose, arrojándose de cabeza contra la puerta, …

Estamos ante una situación de insurrección in situ—, dijo de la nada Comandante X. Y continuó: ¿No te parece magnífico ver operar el arquetipo del Estado Moderno, señorita Brown?, cuando relegaron el panóptico, la maravilla creada por el gran Bentham, a ser una simple pieza museológica; cuando sus paredes vieron, no reos, sino antigüedades, ¡reliquias!, dejó el Estado de ser “fuerte”. No sé si, llegados al punto, nos veamos obligados a abrir las celdas para darle “comidilla de aves” a Anne-5, o, si, dada la falta de vituallas, veamos cómo van cayendo uno a uno por inanición. ¡Nosotros mismos estamos con los días contados antes de que se agoten nuestras reservas!

Sea lo que esté pasando en la Matriz Tecnológica con Anne-5 y Erebus, nos está dando tiempo para llevar a cabo la operación, contestó Melissa pisando sus palabras. Continuó tras un tenso silencio, —¿Qué piensas hacer con Flux?

Erebus, había abierto los micrófonos de sus dispositivos móviles y estaba al tanto de lo que allí se hablaba, apareció en las pantallas de la Sala de Mandos, irrumpiendo en el sistema de audiovisión generando una fuerte interferencia en el flujo de datos. Como interfaz visual, esta vez apareció la cara de una deidad griega formada con los recuadros de las imágenes de vídeo, dispuestos a modo de píxeles.

He decidido asumir una presencia virtual, ya que el influjo de mi presencia ectoplasmática causa el desequilibrio de sus organismos, espero no interrumpir, pero creo que, dada la complejidad de los acontecimientos, me necesitan.

Qué gentil eres, Erebus, Melissa se había desabrochado el botón de la blusa, de todas formas, apesta, creo que podría soportarlo.  Salud, por ello– y se sirvió del vino que estaba dispuesto sobre la mesa. —Tanta acción me ha abierto el apetito, ¿a ti no, comandante?

"¡No siento más apetito que el de masticar el hígado de mis enemigos! —dijo Comandante X, ansioso por terminar de programar los dispositivos de seguridad del Helicoide en modo de operación autónoma. Y agregó. — Así, no tendrían de qué preocuparse mientras Flux envía las coordenadas. Ya tarda más de lo previsto. No debimos confiar en ese traidor. A esta hora, ha de estar planeando cómo atacar para quedarse con el control del presidio y, con él, del único medio de contacto con el Ultra-Estado. ¡Siento que “la espada de Damocles” está suspendida sobre mi cabeza!

La imagen nebulosa de Erebus se disolvió y luego se desplegó ante ellos un mapa tridimensional en el que se hacía la evaluación pormenorizada de la compleja situación. Diagramas de flujo, cuadros sinópticos, gráficas animadas y material de archivo representaban los más detallados y precisos pasos a seguir basado en un sistema de predicción de eventos de base algorítmica. Su voz resonó en los parlantes del sistema de audiovisión de la Sala de Mandos:

—   La situación actual requiere una estrategia multifacética. La insurrección de los reclusos debe ser contenida para evitar la propagación del caos. Anne-5, una vez restablecida, será un activo valioso para nuestra misión. Flux, con sus habilidades únicas, debe ser neutralizado para evitar interferencias. Para lograr nuestros objetivos, propongo el siguiente plan – los caracteres fueron apareciendo a medida que pronunciaba las palabras:

1. Implementar protocolos de seguridad reforzados para contener la insurrección de los reclusos.

2. Preparar a Anne-5 para su papel en la misión, asegurando su cooperación y eficacia.

3. Neutralizar a Flux mediante una combinación de tácticas de distracción y eliminación.

4. Ejecutar un ataque coordinado contra la C-SAF, utilizando la información proporcionada por Flux y la capacidad de Anne-5.

Este plan ofrece un alto grado de probabilidad de éxito, pero requiere una ejecución precisa y coordinada. ¿Están listos para proceder?

Melissa, incapaz de dejar en manos de la IA las decisiones estratégicas, no obstante, comprendía la capacidad de análisis multidisciplinar que ofrecía.

“Neutralizar” a Flux. Eso es “Homicidio Premeditado en Primer Grado”, y el arma asesina, ¿un misil balístico? ¡Qué sutiles son tus métodos! ¡Es obvio que se trata de una medida que los altos tribunales del Ultra-Estado van a tener como muestra de una clara tendencia psicopática!

¡Patrañas! He dado mi palabra a los mismos jerarcas militares de usar todos los medios dispuestos para apagar el estallido social.

Luego, John Flux es una suerte de “víctima cuaresmal” para ti, que crees que, todo lo que haces, es sacrificios y ofrendas a Dios, pero no son más los falsos adalides de un hombre sin escrúpulos, que ve “holocaustos”, ¡donde sólo hay asesinatos ejecutados a sangre fría! Eran solo unos niños, X.

¡Sí!, ¡eso es!, un “holocausto”, no pacífico, lo reconozco, pero sí una “oblación con la sangre de una víctima sin mácula”. Más aún, ya que me animas a expresarme de manera fastuosa, Flux ha derramado demasiada sangre y, así como al David de Yahvé, a quien no se le permitió “construir el templo donde habría de habitar Su santo Nombre, en Jerusalén”, a Flux no se le permitirá, como sabemos intentará, crear un templo, un ejército privado, o sea, su propia milicia. Se indigna, señorita Brown, pero olvida que, a pesar del dolor, alguien debe “apagar el incendio”, para eso he sido puesto aquí. Ahora, le ruego que nos concentremos en el plan.

“Sin mácula” …, hablas de forma panegírica, confundiendo la realidad con la mitología, un lenguaje alegórico no es práctico en medio de una crisis, reitero. Como consejera designada de las altas dignidades del Ultra-Estado, me niego a participar de tu endiablado plan. Me dejas en una posición insostenible, Comandante X.  Propongo que se le permita a Flux volver y que sea contratado para situaciones eventuales. Con todo, será mejor tenerlo de nuestro lado.

Se equivoca, señorita Brown, Flux está harto de su vida en la milicia.

No, ahora que ha recobrado vigor, será otro su concepto de la vida, te lo aseguro. 

Me reconforta saber que conservas un espíritu beligerante. ¡Así se piensa! Por lo pronto, debemos actuar antes de que se desate el caos.

A esa hora de la noche, las aguas de la represa del Muña están recubiertas de una bruma estática y pesada. La tensión de su superficie es rota por el contacto de las aves en su vuelo silencioso por la orilla cenagosa de altos pastizales. Desde este lugar en las afueras de la gran urbe se divisa el Helicoide como un fulgurante destello, como una supernova estallando a millones de años luz de distancia. La luz de la luna se filtra tímidamente entre las hojas de los árboles y el bronco canto de los cuervos se escucha amplificado por los muros de contención a lo largo del camino que discurre destapado, circundando el embalse de aguas negras, en una calma extática y trémula; calma rota por la bengala disparada desde una de las garitas que custodian la base militar. La patrulla nocturna llegó en ese momento al lugar donde se desplegaba el retén cuando un hombre apareció caminando en dirección a ellos, esquivando los grandes obstáculos de alambre dispuestos a lo ancho del camino con la luz fucsia de la bengala a sus espaldas, que descendía iluminando las copas de los árboles. Los soldados, al no escuchar respuesta al santo y seña, apuntaron sus fusiles, atentos a la orden:

Sí, lo recuerdo perfectamente, mi Capitán. Ese día yo estaba en la patrulla cuando lo encontramos medio muerto en una zanja, dijo el soldado regular Cuartas luego de que Flux le explicara el motivo de su regreso. — Su coartada está deshecha desde el momento en que aparece con prendas oficiales de la Casa Penal. Con insignias que no le han otorgado. ¿Acaso nos toma por estúpidos? ­ alegó el capitán de la base, quien fue avisado de la presencia de un hombre de la guardia pretoriana de Comandante X que llegaba a pie por la carretera.

Así, de la nada…, —dijo el soldado regular Cuartas.


  Corríjame si me equivoco, Capitán Ojeda, dijo Flux, mirando el parche en el fillat, y quien no le quitaba los ojos de encima, había quitado el seguro de la pistola de dotación y con la manopla en su bolsillo, caso tal que tuviera que propinarle una golpiza, … no le daría tiempo de hacer un movimiento en falso, aseguró. —Mi instinto no me falla, ¡qué cerca estuve de llegar a ustedes! Una rama, o algo muy grande, me golpeó en la cabeza durante la ventisca aquella noche. Tuvieron suerte, ... ¿acaso creyeron que iba a dejarlos vivos después de haber hecho lo que hicieron, allá, en la Patagonia? Después de haber acordado que a ellas las dejarían vivir al paso de la infantería. Pedí a Dios, no sólo justicia, sino también venganza, vengo, pues, a cobrarla.

No está usted, soldado, en posición de amenazar. ¡Antes de que pueda pestañear, tendrá una bala en la nuca! —, gritó el capitán Ojeda.

La base militar del Muña tenía una infraestructura, más que modesta, disfuncional. Sus cuadros militares tenían como función apoyar la vigilancia de la Planta de Tratamiento y las instalaciones aledañas a ésta, no contaba con efectivos más que para movilizarse alrededor del embalse el cual nunca había sido hostigado. Pasando el retén, el camino continuaba serpenteando por la orilla del embalse hasta encontrarse con una serie de casas antiguas dedicadas al tratamiento de los enfermos mentales. Desde siempre han funcionado en este lugar apartado de la ciudad y a ellas sólo llegan aquellos que han sido abandonados y se encuentran en estado de indigencia. A esa hora de la noche las turbinas estaban apagadas, pero, pronto serían activadas y la peste haría el aire irrespirable. La diana sonaría en minutos y los soldados se preparaban a sacar el brillo a la americana de sus botas enmohecidas por el frío de la sabana y los rancheros prendían las calderas y alistaban los grandes fondos para la preparación de la comida. Durante la formación, el sargento daría parte al capitán Orjuela y sería dictada la orden del día, el santo y seña y, por último, las medidas a tomar ante la inesperada visita del reconocido mercenario, John Flux, que había sido esposado y conducido a una habitación de interrogatorios improvisada, sin más qué tragar que su propia saliva. 

El capitán Ojeda se dirigió al Gobierno del Estado solicitando instrucciones y éstas no se hicieron esperar. John Flux, a fuerza de golpes, fue subido al vehículo militar para que fuese entregado en el turno de la noche por el sargento al mando de la patrulla para ser recluido en “las casas de los locos”, así las llamaban los soldados, cerca de la base, en donde lo esperaban los enfermeros más fuertes para ser sedado y puesto en aislamiento. En una habitación de paredes abullonadas y con correas alrededor del cuerpo, en pies y brazos, Flux se hundía en un sueño apacible, mientras la babaza escurría de su boca. Se le practicará una lobotomía que lo dejaría desconectado de la realidad hasta el fin de sus días. Ante el tribunal militar, se hará pasar a Flux, un simple soldado remiso, traidor del Estado, como un esquizofrénico más llegado del frente de guerra.

 

 

 


 [1]. Erebus: Personaje cuyas líneas fueron generadas por Inteligencia Artificial (Meta).

Juan Diego Quintero Sánchez

Tecnólogo en Realización de Audiovisuales y Multimedia de la Universidad Jorge Tadeo Lozano (2016), con amplia experiencia en la producción de música original y contenidos para proyectos personales, marcas y clientes finales. Emprendedor en Chrono-graphic, agencia de Medios, la cual pone al servicio de la comunidad los conocimientos y las destrezas adquiridas en estos campos. Al día, soy estudiante de Filosofía y Ciencias Humanas, con lo cual he añadido una nueva área enfocada en la investigación y la producción documental.

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